4.11.03

LAS CARTAS QUE NO TE HABÍA ESCRITO

Para Dati.

No me había acordado que te tenía que escribir.
Aunque los viajes habían sido intermitentes también habían sido largos. Además, muy diferentes entre sí porque no son viajes propiamente dichos, como el ir de un lugar a otro. Son viajes de conocimiento y de encuentro, de hallazgos, de choques y de caídas; situaciones aleccionadoras.
Muchas veces caminé solo por aquella avenida extensa o me perdí en los camiones y tenía que volver de nuevo y esperar a que se llenara la unidad. Luego éramos tomados por asalto por el gas irritante que expedía la refinería a la calle, para seguir después de regreso al 'centro'.
Muchas veces, me extraviaba leyendo historietas por las tardes desde mi casa hasta tu casa pero no sabía dónde vivías, inclusive si existías. Por eso me perdía en los camiones y cuando me cansaba de dar vueltas en las rutas y recorrerlas, entonces volvía a casa por la noche para inventarte de nuevo al día de mañana. A veces en el camino de regreso antes de llegar, hacía una llamada de larga distancia sólo para saludar pero nunca pude decir 'te extraño', por más que lo intenté no lo hice y me quedaré para siempre con ese nudo en la garganta…Así que, siempre regresaba muy entrada la tarde, con el deseo de hallarte algún día.
Quizás no vivías en la ciudad o estabas en otro país. ¿Qué sabía yo? pero era feliz inventándote…
También pasaba horas en el dique viendo moverse el mar, al compás de la marea y a la fauna marina bailar a su ritmo.
Miraba al infinito y pensaba ¿qué sería de ti?, si supieras todo lo que tengo que contarte, preguntarte y qué escribirte: Para empezar ¿qué es la vida y por qué estamos aquí?
No era partícipe de nada, sólo un espectador del teatro diario. Todo y todos eran imágenes llenas de color y de vida, desempeñando su papel. Mientras yo, únicamente miraba la intensidad de la existencia y tú, no estabas aquí. Nunca viste conmigo a la ardilla en el bosque ni 'el espinazo del diablo' a la mira desde la ventanilla del tren; tampoco a las 'toninas' saltar en mar abierto o las parvadas de 'cotorros' que devoraban a un árbol por completo y cuando tomé entre mis manos a aquella liebre recién nacida y que tuve qué dejar ir por los pedidos del latido de su corazón. No vimos juntos el amanecer en el desierto ni el atardecer en las montañas o sentir pasar las horas en el hospital. Tampoco nos cogió nunca por sorpresa un aguacero empapándonos sin parar de reír. Ni recorrimos la carretera de madrugada para ir a ciudades extrañas y más solitarias que una roca en la pradera. Mucho menos aún, anduvimos en pueblos indígenas compartiendo la comida de éstos y sus ideas o bien, profanar las cuevas que guardan a sus antepasados. Tampoco fuimos a fiestas y bailes de gente eufórica, a las que envidiaba su alegría de vivir y no caminamos de noche en el cementerio los días más oscuros; pero sabía que de alguna manera estabas cerca, en las partículas que lo rodeaban todo y en la sustancia de la naturaleza. Muchas veces te sentí, te olí y te escuché cerca; quizás en el llanto lastimero de un animal que era devorado en la noche de la selva o en el aullido del coyote al amanecer; no sé, quizá sólo te soñé. No sé.
Antes, cuando acarreaba leña en mi bicicleta vieja que me encargaban junto con las tortillas a cambio de unos cuantos pesos, me tomaba tardes enteras ir y venir para recorrer las rancherías aledañas. Entonces veía las estampas de la vida: los ancianos mirar la vida con los ojos del recuerdo, la gente en sus casas teniendo un buen rato o afanando sus cosas, otros de salida de la escuela o yendo al trabajo; entonces creía que de algún momento a otro se aparecería una tortuga galápago o una iguana negra y terminaría por acordarme de ti pero no, sólo se hacía notar un armadillo de los que hoy ya no abundan por esos rumbos. Temía que saliera algún tlacuache porque esos se roban las estrellas pues no se conforman sólo con la cueva de las luciérnagas.
Cada sonrisa que miré, cada voz que escuché, cada discordia que percibí y cada silencio de ese entonces, me pareció una retribución a mis pensamientos y a mis ánimos que pedían entusiasmo para seguir buscando sin detenerse.
Aún no ha sido suficiente y todavía sigo buscando, a pesar de haber guardado tanto silencio.
En muchos lugares que se guardó silencio, cantó la vida su canción del tiempo que gira y gira sin final y sin pausa llevándonos de un lugar a otro, de un momento a otro, de una promesa a una ilusión, de una esperanza a una intención, etcétera.
Ahora entiendo que sigo buscando porque el corazón no deja de latir.
Fue entonces, que decidí volver a casa tomando ese camión destartalado que me llevaría kilómetros y kilómetros hacia el calor del pasado y su pequeño infierno pueril, guardando levemente una chispa expectante de encontrarte alrededor o por lo menos que algo me hiciera creer que existías. De forma que el recuerdo se dejó venir como una ola pesada descargando toda su fuerza sobre uno. Las voces se hicieron más fuertes e intensas sin dejar de vibrar y de tal forma decidí escribir.
Perdí la noción de las cartas y los días que me tomaron. Perdí la cuenta de las palabras y el papel que me llevó pero fueron sueños y sueños que te conté de forma tal, que el hecho me embriagó de alegría y de tristeza. De nueva cuenta volví a sentir ese nudo en la garganta…
De nuevo comencé a andar cubierto por la noche con cientos de pretextos pero con el único fin que el de hallarte. Otra vez, como antes, quise poner anuncios o dejar tus datos para boletinarlos en las comisarías y hasta pedir una misa a tu memoria pues "ya llevabas años desaparecida"…
Nuevamente te volví a inventar. A todos les hablaba de ti y de tus peripecias. Les hablaba de tu chispa y gracia: No dejaba de contarles la vez que te llevaste a tu hermano a otra ciudad a un concierto e iban sin permiso y sin dinero, siendo muy pequeños. O sobre aquella ocasión en que te habías quedado sin parar de reír a carcajadas todo un día hasta el amanecer y cuando recibiste el premio por la boina mejor arreglada entre las de tu colegio…
Otra vez, volvía a preguntarme si algún día vendrías porque ya no tenía caso seguir contando cosas pues quienes aún me escuchaban sabían que eras de mi invención. Que de tanto imaginarte ya casi eras real y sólo un desprevenido o una indiferente podía tomarme en serio.
Volví a sentir el maldito nudo en la garganta y ese teléfono que se encontraba frente a mí desafiándome burlonamente. Aún así, no llamé, es decir, sí lo hice pero no hablé y colgué en seguida.
Hacía muchos años que llevaba la búsqueda de tu dirección y hasta que un día mi hermana llegó con ésta. Se la había dado una compañera de ella para mi. Quién sabe cómo se habían enterado y conectado pero la casualidad es una intrincada red rigurosa de hechos concretos por lo visto.
Después de ese día estuve otros más enfermo. Me embargaba una emoción extraña y puse manos a la obra en cuanto pude: cogí la caja de las cartas y tomé un autobús rumbo a tu fría ciudad. Las ansias me devoraban internamente y los nervios no dejaban de bailar; esto se incrementó cuando el autobús se detuvo a medio camino por un desperfecto, haciendo más angustiante la espera. Llegamos a 'la ciudad en donde nadie mira ni observa' luego del incidente del camión y salí 'volando' de la terminal hacia tu casa.
Al llegar a tu dirección, abrí las cajas y encontré que me habían robado todo.
- Fue cuando nos detuvimos en el autobús a medio camino en la carretera, pensé.
Un inusual frío recorrió mi sangre y la puerta de tu casa se abrió:
Eras tú. La misma cara, el mismo cuerpo, la misma de mis historias y cuentos, por los cuales había recibido burlas.
El corazón daba un 'solo' de batería y el nudo de la garganta desapareció:
-¿Sí, diga?
-Perdone señorita, es que traía la entrega de unas cartas pero creo que me equivoqué de dirección. Gracias.
Sin decir más me retiré.
-¿Oiga, qué número busca o a quién, le digo por si le puedo ayudar en algo?…¿oiga?
Me alejé sin responderte, pensando en que no volvería a escribirte cartas que jamás leerías porque seguramente no recuperaría nunca las cartas robadas y no recordaría que ya te había escrito o que algún día te tenía que escribir….

¿De qué le servirán a alguien unas cartas de amor, robadas y cursis?

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