5.11.03

EL FANGO
Para el Gama, Ari, T.Blanco y Patricia Lira,
por toda la alegría regada que hay que compartir.


-¿A qué hora ves a tu novia?
Me preguntó.
-¿Por qué traes esa cara?
Volvió a preguntar

Quería responderle pero más ganas tenía de gritarle que se callara el hocico, sólo que ella era inocente y no tenía por qué cargar con mi impaciencia.

Sin embargo no hice ninguna de las dos cosas.

Me quedé callado meditabundo en mi falta de sueño y la noche en vela que había pasado.
Hacía unas horas que me había caído cuando pisé unas tablas podridas que se vencieron y me llevaron hasta un enorme fango. Primero creí que era una fosa de una letrina pero por fortuna se trataba de un acostadero de unos cerdos que en ese instante se habían ido muy campechanos a campear a las colinas adyacentes.

- Suerte de perro, me dije.

Todavía desprendía un raro olor a lodo putrefacto que me hizo ir dos veces al baño. En casa me había lavado pero no había sido suficiente.

Era insoportable la sensación de vacío insondable cuando todo parece apabullarte y sientes como si caminaras sobre la lluvia y ésta a cada paso se incrementara.
Pero sí había empezado a llover y no me había dado cuenta.
Poco me importó mojarme –si es de lo que más disfruto- y fue así como caminé sin parar por toda la gran ciudad...
La recorrí en sus recovecos y sus espacios abiertos, por las estaciones del tren y los parques, iglesias, colonias y parajes. Caminé sin cesar por puentes peatonales y vehiculares sin cansancio alguno mirando a mi alrededor un mundo cada vez nuevo y extraño que se renovaba a mi mirada, encontrando algo peculiar que nunca antes había visto en una esquina conocida desde mi niñez.
Caminé por la ciudad como si la acariciara, como si la cortejara y la acompañara en su andar; como si recién la acabara de conocer y todo lo de ella me importara; sus alegrías, sus bromas, sus insultos, su interferencia, sus quejas y dolores, sus ojos con lagrimas negadas y sobre todo el timbre de su voz con sus palabras, esas palabras que resuenan en mi mente y giran sin cesar abriendo ecos en mi memoria.
Caminé como si bailáramos o jugáramos juntos, como si me escuchara y comprendiera mis angustias. Caminé por la ciudad como si ésta fuera mi novia y me di cuenta que también me engañaba... No tuve más remedio que hacer lo de siempre: hacer que no me daba cuenta y seguir pidiendo que me diera más veneno, revuelto con falsas ilusiones y un poco de desengaño.

- Debiste haberle dicho que sabías que te estaba engañando. ¡Vas a quedar como un imbécil y ella lo va a volver a hacer con otro! - me dijo Rosaura, despertándome de mi ensoñación. Ella había entendido mi silencio anterior...
- No quiero que sepa, entiende Rosa. De cualquier modo, todo está perdido y ya nada me importa, -musité-, preguntándome qué hacía ella aquí ¿por qué no me dejaba solo para pudrirme en paz en el fango de los cerdos de la tristeza?
- Estás hecho trizas compañero. Ven –me dijo tomándome del brazo-. Vamos a caminar por la ciudad, creo que te hará bien. No importa que empiece a llover…

Nos fuimos y más tarde, me preguntaba si los cerdos ya habrían regresado de campear...

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